Se caracterizaban por ser tropas de choque de infantería que combatían a pie, con armas y bagajes ligeros, generalmente con una lanza corta (azconas),[9] descrita como un chuzo afilado o un simple palo con un pincho de hierro, dos venablos que arrojaban con tanta fuerza que perforaban los escudos enemigos, un cuchillo largo (llamado coltell) y a veces un pequeño escudo redondo como única defensa.[10] Con el tiempo también sumaron ocasionalmente un cubrecabezas (capells de rets) y cota de malla[11] Su arma principal era el alfanje, especie de espada corta que llevaban colgando de una correa.[12] Llevaban la barba crecida y vestían pobremente, únicamente un camisón corto (tanto en verano como en invierno), llevaban un grueso cinturón de cuero, calzas de cuero ajustadas en las piernas y calzaban abarcas de cuero.[11] [12] En un zurrón llevaban provisiones, principalmente pan, para 2 o 3 días, aunque por su tradición de lanzar correrías en territorio enemigo estaban acostumbrados a sobrevivir comiendo hierbas por igual periodo de tiempo.[12] Además siempre llevaban consigo una buena piedra de fuego (pedernal), además de yesca,[12] con la que antes de entrar en batalla solían golpear sus armas, por lo que estas echaban unas enormes chispas, que unidas a sus terribles gritos, aterrorizaban a sus enemigos. De gran valor y fiereza, aquellos procedentes de la Corona de Aragón entraban en combate al grito de «Desperta Ferro! Matem, matem»,[13] «San Jorge!» y «¡Aragón! ¡Aragón!».[14]
Esta es la famosa descripción de un almogávar hecha por Bernat Desclot en su crónica llamada Libro del Rey Pedro de Aragón y de sus antecesores pasados:[15]
Sin embargo, hay que tener en cuenta que estas descripciones no son exhaustivas y que la descripción de los almogávares, tanto en vestimenta, como armamento e incluso forma de vida, diferían en mayor o menor grado según su localización geográfica y época. Así, la descripción anteriormente hecha de los almogávares, en las que se les relata como gente que vivía no en los pueblos, sino en zonas de difícil acceso como bosques y montañas, así como la descripción de su armamento, solo hacen referencia a los almogávares de la época señalada, y probablemente de los siglos anteriores. Los últimos almogávares, los que entre la segunda mitad del siglo XV hasta el XV tuvieron su ámbito de actuación en la frontera de Granada, eran vecinos de las localidades allí presentes, bien conocedores del terreno, que hacían algaradas contra territorio granadino.[17]
Sus características básicas eran la dedicación permanente a la guerra, no exactamente como profesión, sino como forma de vida, adaptada perfectamente a las condiciones de la frontera con blos sarracenos, la remuneración, basada en el saqueo y en la venta o rescate de prisioneros, la frugalidad y la resistencia a las fatigas; armamento ligero y la organización jerárquica.
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